Mi viaje por Polonia: Minas de sal de Wieliczka

Después de mucho tiempo, hoy por fin subo la nueva entrega de mi viaje por Polonia. La verdad, no tenía pensado extender tanto este tema, pero entre unas cosas y otras la cosa se ha alargado. ¡Qué le vamos a hacer! Bueno, no voy a andarme con rodeos porque lo que os traigo hoy es una verdadera maravilla. Jamás me pude imaginar que una visita a unas minas fuera a gustarme tanto, supongo que porque nunca creí que pudiera existir belleza a más de cien metros bajo tierra. Preparaos, hoy nos vamos a las Minas de sal de Wieliczka

Antes de nada, debéis saber que las Minas de sal de Wieliczka fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1978, por lo que si os estabais debatiendo entre si visitarlas o no ya tenéis una razón de peso. Como su propio nombre indica, estas minas situadas muy cerquita de la ciudad de Cracovia son de sal y su origen se remonta al siglo XIII, fecha desde la que han sido explotadas para producción. Pero lo que hace a las Minas de sal de Wieliczka tan especial es el arte, sí he dicho arte, que se oculta en intrincadas galerías. A lo largo de los años, los mineros que trabajaban bajo tierra de sol a sol empezaron a esculpir en las paredes de sal una gran variedad de imágenes y escenas. El recorrido turístico que hice junto a mis amigas duro unas tres horas, llegamos a descender más de ciento cincuenta metros de profundidad y nos quedamos embobadas con la gran cantidad de esculturas que se esconden entre galerías, rocas de sal, estanques de agua transparente y techos de madera bajos. ¡Un espectáculo!

Lo que hicimos fue visitar las minas el mismo día de los campos de concentración. La mejor opción es partir desde Cracovia y hacer el mismo tour que hicimos nosotras y que incluía en el mismo día los campos y las minas. Acabaréis agotados, pero merece mucho, mucho, mucho la pena. 
Yo nunca había visitado unas minas y tenía miedo de sufrir de claustrofobia durante algún punto del recorrido, pero nada más lejos de la realidad. Las galerías y pasillos nunca llegan a ser estrechos del todo y la bajada, que es lo que más me preocupaba, fue en realidad la mejor parte de todas. ¡Bajamos un total de veintisiete pisos a pie! Fue la parte más divertida, debo decir, pero tranquilos, que luego la subida se hace en ascensor en menos de cinco minutos. Sí, el ascensor va a toda leche y ahí sí debo decir que para el que sea aprensivo igual le da un poquito de impresión.
 Cuando llegamos a la parte más baja, iniciamos el recorrido acompañados por una guía española (la misma de los campos de concentración) y un trabajador de la mina. Si por algún casual estáis pensando en hacer el recorrido por vuestra cuenta os diré que es imposible. Es obligatorio iniciar el tour acompañado de un guía o minero, más que nada porque no es recomendable ir solo en caso de que se produzca algún desprendimiento
Vimos muchas esculturas y aprendimos que las minas fueron utilizadas durante la Segunda Guerra Mundial  como almacén de munición. También nos dijeron, por si había algún incrédulo en la sala, que todo lo que nos rodeaba era sal, que si queríamos comprobarlo podíamos darle un lametón a las paredes. Obviamente yo no lo hice. 


Como digo, el recorrido es maravilloso y hasta cierto punto mágico. Las esculturas son preciosas y algunas de ellas llegan a tener un nivel de detalle impresionante, pero el plato fuerte de la excursión se encuentra casi al final del recorrido. Os aseguro que cuando lleguéis a la Capilla de Santa Kinga os quedaréis pasmados. 
No exagero cuando digo que puede ser perfectamente comparable con la Capilla Sixtina. Es una sala enorme completamente esculpida que actualmente se utiliza para conciertos e incluso para bodas. En sus paredes se pueden contemplar escenas bíblicas, iluminadas preciosamente gracias a unas magníficas lámparas elaboradas, evidentemente con cristales de sal. La verdad es que mis palabras no llegan a definir al cien por cien lo precioso que me pareció aquello. 
Antes de abandonar las minas podéis pasar por la tienda de regalos para llevaros un recuerdo hecho con... ¿lo adivináis?¡Exacto, sal!
La última parada del viaje fue Cracovia, de la que os hablaré más adelante. Es una lástima que el viaje durara tan poco porque Polonia fue un país que me sorprendió en todos y cada uno de sus aspectos. ¡Ojalá pueda volver pronto!


Comentarios